MICROCUENTO I, por Flavia Company-edición julio’12-
Tras veintitrés años volvía
a la isla. Este reencuentro con los mismos lugares tenía otro matiz, intenso y
de autenticidad. Ahora era yo quien conducía por interminables carreteras
secundarias hasta los poblados más bellos, decidiendo dónde y cuándo había que
hacer fotografías.
Como también decidí
–finalmente- enviárselas sin retocar.
Al otro lado del mundo las
recibiría un hombrecillo triste, ajado, de cabellos raídos y rostro perdido. Para
poder verlas detalladamente se acercaría tanto a la pantalla que no podría evitar
precipitarse en la misma y caer por aquel acantilado donde transcurría el más hermoso
de los atardeceres.
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