
Unas ráfagas desiguales rozando las ramas le hizo levantar la mirada para reconocer las tres sombras piadosas que pedían sustento, y la solicita boca que los alimentaba.
En la zona troncal de sus ramas, como instalados en el cruce central de un camino y con la ternura del primer verdor –aún medio desnudos sus jóvenes brazos -, se acunaba un primer nido.
En otro tiempo, y en otro lugar, se enfilaba para dejar pequeños habitáculos, que con esmero construía para alojar estos huéspedes temporales.
Entonces empezó a lloviznar humedeciéndose todo. Ahora no tenía dudas. Sabía estaban preparados para esa destemplanza.
En la zona troncal de sus ramas, como instalados en el cruce central de un camino y con la ternura del primer verdor –aún medio desnudos sus jóvenes brazos -, se acunaba un primer nido.
En otro tiempo, y en otro lugar, se enfilaba para dejar pequeños habitáculos, que con esmero construía para alojar estos huéspedes temporales.
Entonces empezó a lloviznar humedeciéndose todo. Ahora no tenía dudas. Sabía estaban preparados para esa destemplanza.
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