
El cuentakilómetros rueda en una espiral silenciosa. La ancha y radiante vía no es diagonal que transporta hacia la noche, es la sucesión del tiempo que ahora se proyecta en el horizonte.La ciudad está tranquila, encantadora, silenciosa. ¿Dónde está la gente? Sin manteles de artificio, ni objetos que decoren, a solas con las palabras, ligeras, atrapadas entre el menú evocador de hombres en otra ciudad.
A solas con las palabras, frente a ellas, en un bálsamo infinito, heridas y endulzadas, con los ojos cristalinos, con el verbo entre las piernas, ebrias del lenguaje, borrachas del amor y del olvido.
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