
A veces llegan cartas con el tiempo detenido. Los correos de ahora ya no traen el perfume del papel, ni el color de los sobres apagados, ni la tinta derramada con avidez. Las cartas de ahora –y más que nunca-, llevan la fuerza de las palabras, impregnadas ahora de las notas emocionadas de su autor. Con ellas se alcanza la fuerza necesaria, cobra vida un acento, una coma, un respiro o quizás ese suspiro de un pensamiento. Se derraman de la fuente unas letras con formato especial, un agua transparente, indolora y curativa con aroma de primavera que se acerca sin contención.
Tras la cortina de los verbos aún no consumados, viene la continuidad de la amigable esperanza. Ya huelo el café recién tostado, ya sé del silencio y las manos apaciguadas. El texto espera, vendrá una luz nueva a renovarlo.
Tras la cortina de los verbos aún no consumados, viene la continuidad de la amigable esperanza. Ya huelo el café recién tostado, ya sé del silencio y las manos apaciguadas. El texto espera, vendrá una luz nueva a renovarlo.
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