MCMLXI

Desde el patio ascendía -cual chimenea encendida- un teatrillo de voces infantiles tras el cancionero popular. Todo se había iniciado un día 7, acabando el invierno. Mucho después -oculta tras el murmullo del agua- la lectura susurrante del pez divergente: ciencias o letras. Ciencias para subsistir, letras para malvivir.

MGJuárez
sincopadas@gmail.com

Postales desde la infancia

LOS QUE SE PIERDEN.

Hay un tiempo para perderse, para escabullirse en no sé cual bosque lejano, allí donde la hierba crece libremente sin jardinero que la guarde. Allí donde se estudia la biología y la fisiología de los otros con ese rostro ambiguo y descarado que luces cuando sales al mundo. Las caídas, los arañazos, los leves rasguños, son el abismo consentido bajo ese cielo que crece y crece, difuminado tras cortinas de humo en la mente.


Después, mucho más tarde, da igual donde se hayan quedado sitiadas las heridas: corazón, vísceras… Cuando estas sanan, se muestran como leve cicatriz en la mirada.



ABDOULLATIF.

El pájaro reposa su vientre rozando el mar. Llegas en el vuelo de la tarde. La pancarta no muy grande, letras grandes y colores vivos. Así lo han pintado los otros. Los que esperan en la montaña. Cuando hablo contigo me devuelves una sonrisa blanca, y los gruesos labios acomodan un suspiro: desesperanza. Tu nombre trae el viento, tu boca arena, y en el vientre añejo un cascabel sonoro arrugándose entre tu ropa.

Mi niño negro, mi criatura sin alba; por el tubo desciende gota a gota, una tristeza amarga. Mi niño no come, pequeño, deforme túnel es su garganta.


SOMBRAS EN EL ROSTRO.

No conoces esto. Pero mira, le he pedido a tu perro de peluche, su olfato; a tus canciones, sus melodías acuosas; a tus pies, esas botas especiales con las que sé saltas de nube en nube.

Yo te traigo varias cosas: pacientes manos para acariciar; radares en los oídos para escuchar; artilugios para el dolor; sábanas secadas al viento, que desprenden el olor de las verdes manzanas, aquellas que quieres alcanzar tras los espejos. Traigo la luz solar que se cuela por la persiana.

No vengo a lastimarte. Leí tus huesos, tus ojos ausentes, la sombra de su huella dactilar.

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