Hombre y mujer presos
tras el cristal. Cuando anochece y solo cuando fuera se amortigua la luz,
transparenta la oquedad del esqueleto que ninguna vestimenta puede ocultar. Dolor
y vacio dibujan la frontera de un maniquí abandonado en una historia no tan
ajena que puede ocurrir en cualquier renombrada ciudad.
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4 comentarios:
Cuánto tiempo sin nada tuyo por aquí.
No sabes cuánto me alegro.
Me gusta tu 'ciber urbanitas', creo que por eso mi ciudad no es renombrada.
Un abrazo grande.
Las ciudades... ¡cuánto ocultan! La tuya siempre es refugio para las bellas palabras.
No sé si seré disciplinada, me lo debo a mí misma... todo llegará.
Un fuertísimo abrazo.
Montse.
¿Qué bien que vuelvas!
Es una carcel preciosa. Quizás las miradas llenen ese vacío.
Besos.
Isabel, tu mirada, siempre cálida y atenta, consuela este vacio en el cual me dejaron.
Hay madejas enredadas; enredos entre los dedos; y agujas que traspasan algo más que un téjido.
Seguiremos recogiendo las palabras para obrar con ellas ese entramado que sustenta nuestras almas. Sin artificios, simplemente con la belleza de nuestra sonrisa. Como la que ahora me sugieres con tu aportación a este diminuto texto.
Un gran beso,
Montse.
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