Para cuando digas adiós, todo se habrá ido. Para cuando quieras acordarte de las palabras, estas ya no tendrán oído donde alojarse. Para cuando recuerdes debías escribir, ya no habrá papel. Tendrás que utilizar otros medios para reconciliarte con la vida, con aquella que abandonas a la intemperie del olvido.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Siempre llegamos demasiado tarde.
La tentativa de la voz no es nunca la voz en acto. Como en los sueños, queremos gritar y nos quedamos afónicas.
Gracias, y gracias también por tu comentario. Un abrazo,
Laia
Así es Laia. Se llega tarde a resolver lo anterior. Porque ya todo –ahora-, es otro asunto, otra cosa. Mientras todo se ajusta, en ese período de duelo interior, el grito en el sueño , el cual defines exactamente como es: gritar con la mandíbula desencajada, con toda la inmensidad y profundidad de una boca desesperada. Es el grito primario de un dolor lejano, primitivo. Es el grito impotente que no se oye, se siente.
Y no tienes nada que agradecer, si acaso yo, por dejar un espacio para la reflexión.
Un abrazo,
Montse.
Publicar un comentario