MCMLXI

Desde el patio ascendía -cual chimenea encendida- un teatrillo de voces infantiles tras el cancionero popular. Todo se había iniciado un día 7, acabando el invierno. Mucho después -oculta tras el murmullo del agua- la lectura susurrante del pez divergente: ciencias o letras. Ciencias para subsistir, letras para malvivir.

MGJuárez
sincopadas@gmail.com

Postales para una anatomía

DEDOS.
Religiosamente, sin ser practicante de ninguna filosofía occidental, es que la mayoría de las veces se comenten los mismos errores. De forma pulsátil, como el martilleo escrupuloso de un artesano, es que se va esculpiendo –cincelada escritura-, esta conducta repetitiva y asfixiante.
Uno se cree que no, pero sí; paulatinamente se describe la misma orbita crepuscular de todos los inviernos: el regocijo alrededor de la lumbre, el libro entre los dedos ociosos, el cuenco de lápices despuntando la bóveda de los sueños. Y tú, escribiendo en el otro lado, repiqueteando –siempre espiritualmente-, el abecedario impoluto y breve de tu existencia.






CUELLO.
Levemente se aprecia el debilitamiento de la piel, su cuarteada textura, ahora impregnada por ese pegajoso deslizar de la sierpe. Esta -teñida de ocre presencia, el vaho exhalado al papel como huella perenne de un sortilegio extraño y caduco-, señala los pasos del texto. Son manchas perceptibles, resecas grietas que aunque excelentemente detalladas, transmiten la fatua presencia de una nada, de una sombra vacua.
El colmillo del ovíparo avispado muerde, a la vez que instila la tinta que corre por la autopista del miedo -a seguir errando-; y crece, se crece como voluta metálica por el frágil y desnudo cuello.


OJOS.
Torpemente el velo que cae de los párpados entela el brillante espectáculo del sueño. Ahí se reeditan mágicamente en miles de dimensiones este abecedario de huellas, que al despertar quieren dejarse –como un sello-, en las sábanas extendidas en la cima de un tendedero. En ese día esperado todo viene a redimirse en una nueva luz. Queda atrás la angosta sala onírica donde la bruma formaba un ácido recuerdo: descosidas tapas y un ninguneado texto.
Cae exhausta la noche, y cae el libro desde una mano; desde la otra el vacio de unos velados ojos, los de un pez muerto.

8 comentarios:

Isabel Mercadé dijo...

Muy bueno, Montse. Me han gustado mucho los tres textos y el hilo que los conduce, ese cuerpo con el que intentamos atrapar la palabra, donde la palabra se produce.

MGJuárez dijo...

Gracias Bel. La ilusión por la palabra nos precede; después, el mismo texto viene a producir otros sentimientos encontrados.

Uno de ellos, la agotadora sensación de los inalcanzables sueños.

Pero aquí está el nuevo papel, su tinta, tipo de letra...

Un abrazo amocionado,
Montse.

hugo dijo...

Hola Montse:

Interesantes los tres textos en los que aparece el tema de la escritura.
Tres fases, no como sucesión sino como observación simultánea. Tres fases que por momentos pueden resultar contradictorias y es lógico que así sea (¡siempre serán bievenidas las contradicciones, de lo contrario pocas cosas tendrían sentido!).

A qué obedece esta forma de interrogar la nada ¿al contexto de una rutina temporal? ¿al diálogo con el tú que se aparta del yo para poder "repiquetear" la existencia sobre un teclado? ¿a la mordedura de la sierpe (¡esas celadas rilkeanas!)? o ¿a la memoria ("abecedario de huellas" ¡muy bueno!) que pugna por tenderse y extenderse sobre la sábana que tiene la espera de una página?

Quizá lo que importa es que todo sucede a la vez, aunque a la hora de escribir, sea otra la percepción, porque nos guste o no somos hijos del tiempo sucesivo. Otra contradicción que cierra y abre lo que de la escritura queda después de la creación y que la justifica, a pesar de las condenas al ninguneo.

Y ya está bien de tanto hablar, que al final nos pillará otra vez la sierpe.

un abrazo,
chau

hugo

MGJuárez dijo...

Hugo... lo más de lo más, ¿sabes qué es? Pues doblar la esquina y tropezar contigo, saludarse y discutirentablarconversacióndilatandoselashorasparafraseandodelaescrituraparaluegorespiraryseguirescribiendoporlossiglosdelossiglos... ¡ejem!

Y para no parecer divago y me escabullo, pues eso, doy respuesta a tu anotación. Existe tal contradicción en el cuerpo de la escritura, ¡cómo no! Si ya somos un deseo ya somos un lamento, si ya quiero atrapar ese pensamiento que se me escapa entre el instante de la rutina diaria y ya quiero vivir mil vidas.

Ahí estamos repiqueteando en un teclado, guardando distancia cuando duele mucho, o inflando la virtualidad hasta sus máximas consecuencias haciéndose irrespirable (por cierto, la pleura es un espacio virtual que mejor no se rellene de nada, curioso); por eso, quizás esa pugna que mencionas del quiero y no quiero la virtualidad, y sí esa sábana/página, aunque venga la sierpe a constreñir el anhelante deseo.

Al final, son los otros quienes dan vida al texto; sin su lectura, solo existiría en otra dimensión, viajaríamos todos paralelos, y todo sería bastante lelo, lelo.

Abrazos,
Montse.

mjromero dijo...

Me gustan los tres,
Dedos, la escritura parece comenzar en ellos, lápices al otro lado para colorear la repetición.

Cuello, parte intermedia del cuerpo, y del cuerpo del texto.

Ojos, es curiosa la imagen, esas órbitas rodeando la cabeza, y en el texto los ojos recogiendo sueños, huellas, la mirada que todo lo encierra.

MGJuárez dijo...

Es un tríptico que nace desde la angustia cuando escribo y a raíz de un comentario que me llegó: La escritura no es sólo la tarea solitaria que hacemos, con eso no iríamos a ninguna parte; la escritura es también lo que el lector añade, lo que las generaciones de lectores añaden, lo que el tiempo -si consigue pasar por un texto- siempre añade.

Me reconozco en ese cuello atormentado por la insistente sierpe que todo lo constriñe y aniquila, por eso, gracias por tu compañía de ahora, que libera algo ese miedo.

Besadetes matinals,
Montse.

Xocas dijo...

Tú debes sabes qué es exactamente (exactamente, digo) eso de la inspiración. No sé si preguntártelo...

El texto ya salió del horno. Se enfría ahora porque mis letras calientes son un peligro. Como ciertos platos, han de enfriar. Después hay que retirar todas esas cosas que sobran y poner las que faltan. A veces hay suerte.

Tus textos, como siempre: Alimentan y dan una envidia atroz. Se sobrelleva. ;))

Una abraçada d'estiu (perqu'em dona la gana).

MGJuárez dijo...

Inspiración, hum...inspiración... ... yo hablaría más bien de observar... y apurando, apurando: contemplar. Realmente es el estado en el cual mejor me siento; la vida contemplativa me seduce más, ver pasar todo cuanto acontece y recoger ¡zas! ¡zas! ¡zas!
Un amigo me escribía hace unos días: hay cosas que me detienen y las observo porque después sale en algún cuentito, micro o lo que se tercie Así es, somos observadores natos. Ahí está todo, para escribirlo, para decirlo, para hacerlo nuestro, y de todos.
“Comemos” de los textos, -ahora digo de los nuestros-, eso es indudable, así que de envidia res de res por eso no dejo se enfríe el abrazo, mejor cálido, humano.

Abraçades,
Montse.