Asperezas de melocotón. Granada rociada de aguamiel nacarada. Rompe el moscatel en los labios. Bebe. Bebe. Endulza bajo este sol las tardes diseminadas en la longitud exacta de unas mínimas horas, cuando, abierto el cielo huyen los pájaros.
Que el ámbar de la tarde se prolongue entre tus manos, tras tus dedos, tras el papel que es el lienzo de tus cuadros. Que el abecedario se inunde de limones, cáscaras de naranja y de canela en rama. Y con ello vestirse de brisa, mudarse de piel, cambiar de zapatos, atusarse el pelo, dar siempre miles de abrazos. Miles de abrazos.
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